La actual obsesión de muchas personas por tener los dientes de un blanco níveo ha posibilitado que las recomendaciones de uso de carbón activado que ciertos influencers realizan en las redes sociales estén calando hondo en la sociedad, a pesar de que no existe evidencia científica alguna de su eficacia.

 

A diario, podemos ver vídeos y fotos de personas que se cepillan los dientes con este “producto milagro”, asegurando que elimina las manchas y blanquea el esmalte de forma rápida y económica. Nada más lejos de la realidad. No solo los dientes no se blanquean, sino que el uso de carbón activado conlleva graves riesgos para la salud bucodental ya que provoca el desgaste del esmalte y daña las encías.

 

Las impactantes imágenes de “antes y después” del uso de carbón activado, no son más que un efecto óptico: tras ver los dientes negros, el enjuague trae consigo la impresión de que ahora son más blancos. Pero están igual (y en muchos casos se trata además de carillas estéticas). El carbón activo no produce blanqueamiento, mas allá del arrastre en superficie de posible placa bacteriana o pigmentos de alimentos, café o tabaco que son eliminados por la abrasión o pulido que se produce.

 

A pesar de promocionase como un producto natural a base de cáscara de coco, resulta muy abrasivo para el esmalte dental. Al desgastar el esmalte, se expone la dentina (cuyo color es más amarillento) provocando a la larga una coloración no deseada y aumentando la sensibilidad dental. Además, las encías pueden quedar dañadas ya que esta capacidad abrasiva es similar a la de una lija.

 

Conviene recordar que los dientes no son de un color blanco puro y que una limpieza profesional ofrece resultados mayores, más naturales y duraderos. Si deseas blanquear tu dentadura, por favor, solicita asesoramiento a un odontólogo de confianza, que te garantice resultados óptimos, duraderos, en poco tiempo y sin riesgo alguno para tu salud. Cualquier otra opción, no vale la pena.